Construir la Casa Blanca, lugar de residencia de todos los presidentes de Estados Unidos, fue idea de George Washington, quien en 1791, escogió el lugar que el inmueble ocupa hoy.
Aunque no la pudo vivir, porque falleció antes de que se terminara su construcción, el primer presidente norteamericano plantó en lo que sería el patio del lugar una mata de aguacate.
Imagino que estarán pensando que en Maryland no hay temperatura para que se den las matas de aguacates, y es cierto, lo que también es cierto es que estos frutos no eran para el consumo, sino que tenían un poder mágico con el cual los presidentes de Estados Unidos dominarían el mundo. Todos y cada uno de ellos, desde Adams, cuando tomaban posesión, debían leer y firmar un compromiso de no arrancar jamás un aguacate del árbol sagrado de Washington, porque –como mismo el pelo de Rapunzel—, fuera de la mata, el aguacate perdía todo su poder. Solo los presidentes y el FBI conocían de la existencia de los aguacates mágicos.
A inicios de los años 70 del siglo XX. Richard Nixon viajó a México por temas de trabajo y probó el guacamole por primera vez. Quedó encantado, enamorado, deslumbrado, y todos los “ados” positivos que podrán imaginar.
A su regreso a la Casa Blanca ideó un plan para arrancar un par de aguacates de la mata del patio sin que la guardia de seguridad pudiera notarlo. No pudo dormir esa noche. Al día siguiente el policía del posta del parqueo de la Casa vio a Nixon con una jabita de nylon, dentro: tres aguacates.
Llamó al resto de los guardias que muy amables hicieron un círculo en torno al presidente y le preguntaron que qué llevaba en la jabita. Nixon tartamudeando intentó explicarse, explicarse mal.
Como los norteamericanos no pierden ni a las escupías, hicieron que Nixon permaneciera en el cargo hasta que lograron hacer la fake news del escándalo de “Watergate”, se inventaron todo lo del robo de documentos para la renuncia del presidente para no delatar la existencia de la mata de aguacate que se marchitó desde el día del incidente.
A partir de entonces a los aguacates en Estados Unidos se les dice “avocado” y no watercate como era común, porque el FBI, el senado y el congreso estaban avocados a plantear una solución viable al conflicto; y al “escándalo” se le llamó Watergate en lugar de Watercate, haciendo referencia al portón donde está la posta que descubrió a Nixon camino a hacerse su guacamole.
A día de hoy, el juramento privado de cada presidente se hace en dicha puerta y no a los pies del adorado árbol de los aguacates mágicos que lamentablemente no existe.